Cómo diagnosticar la siguiente burbuja financiera

Jack Ewing reportó desde Davos para el Deal Book del New York Times una nota, Shiller’s List: How to Diagnose the Next Bubble, que me pareció interesante retransmitir. A continuación la versión traducida al español.

Burbujas en los precios de los activos han sido la causa de la mayoría de las crisis económicas recientes, incluyendo la que todavía estamos padeciendo. ¿Cómo podemos aprender de crisis pasadas y darnos cuenta de cuándo se está formando una burbuja? Si los banqueros centrales, reguladores e inversionistas supieran la respuesta a esta pregunta, podrían –podríamos— evitar crisis futuras.

Robert J. Shiller, un renombrado economista de la universidad de Yale, sugirió en Davos –un tanto caprichosamente— que las burbujas financieras se podían diagnosticar usando la misma metodología que usan los psicólogos para diagnosticar enfermedades mentales.

Después de todo, una burbuja financiera es un tipo de disfunción psicológica. Como tal, existe un área gris entre estar realmente enfermo y tener solamente algunos problemas, según comentó el Sr. Shiller en un panel de discusión en el Foro Económico Mundial de Davós, Suiza.

La solución: una lista como la que usan los psicólogos para determinar si un paciente sufre, por ejemplo, de depresión. A continuación pues, la Lista de Shiller.

Aumentos bruscos en el precio de uno o un grupo de activos como bienes raíces o acciones de compañías de Internet.
Gran entusiasmo del público en torno a dichos aumentos.
Amplia cobertura en los medios –especializados y no especializados.
Historias de gente que se enriquece rápidamente, causando envidia entre los que no le entraron.
Creciente interés del público en general en ese grupo de activos.
Teorías que argumentan el inicio de una “Nueva Era” o una nueva etapa de desarrollo que justifica estos aumentos de precio sin precedentes.
Una disminución en los estándares para prestar dinero o dar crédito.

Si conoce algún activo que esté sufriendo de estos síntomas, consulte a su economista de cabecera, a su asesor financiero y, si puede, búsquese un buen psicólogo.