El término “Ángel” se originó a principios del siglo 20 y se aplicaba a inversionistas que financiaban producciones teatrales en Broadway.  La obra podía ser un gran éxito o un rotundo fracaso, sin embargo, el desenlace era imposible de pronosticar.  El éxito de la obra no se sabía hasta la noche de apertura cuando la mayor parte del dinero estaba ya invertido.  Los ángeles podían perder toda su inversión o ver ésta multiplicada varias veces.

Hacia finales de los 90, los fondos de capital emprendedor o venture capital de Silicon Valley habían captado tanto dinero de inversionistas, que empezaron a privilegiar proyectos  de expansión en lugar de financiar business plans y nuevas empresas.  Los emprendedores empezaron a acudir a inversionistas individuales, muchos de ellos emprendedores exitosos, para financiar sus ideas y proyectos.  Fue así como se empezaron a formar grupos de ángeles inversionistas para fondear empresas de reciente creación o start-ups con el objetivo de poder prospectar e invertir en un mayor número de empresas y así disminuir su riesgo.  El vacío que dejaron los fondos de venture capital se llenó con redes de ángeles inversionistas.  Se mantuvo así el ecosistema de la innovación y el emprendedurismo, que a su vez es parte de un ecosistema mayor, el del capital privado.

Endeavor, en [download id=”19″]1, hace una analogía con la selva tropical para ejemplificar el ecosistema de la innovación y el emprendedurismo.  Para que una selva tropical se desarrolle se tienen que dar una combinación de factores como temperatura, luz solar, lluvia, condiciones del suelo, etc.  En estas circunstancias pueden desarrollarse infinidad de especies animales y vegetales.  Muchas de estas especies, como insectos o hiedras, serían eliminadas de un hábitat más ordenado como un vivero o un invernadero.  En la selva tropical, sin embargo, nuevas especies pueden abrirse camino sin llamar mucho la atención y eventualmente llegar a ganar un lugar preponderante.  De una forma análoga, los grupos de ángeles inversionistas aportan capital, experiencia, contactos, etc. a empresas innovadoras que tienen el potencial de perturbar y dislocar su entorno para ganarse un lugar en el ecosistema o incluso llegar a dominarlo.

En México, el ecosistema del capital privado se ha ido poblando con fondos dedicados a financiar capital de expansión en empresas medianas y grandes.  Poco a poco han surgido fondos en el segmento de capital emprendedor o venture capital para financiar el crecimiento de empresas más chicas o proyectos enfocados a la base de la pirámide.  Todavía hace falta, sin embargo, que surjan más redes de ángeles inversionistas que fomenten el surgimiento de estas especies disruptivas.

Ayudaría también que tuviéramos mejores condiciones de temperatura, sol, lluvia y suelo.  Necesitamos eliminar a especies dominantes que aplastan la innovación como son los monopolios y oligopolios públicos y privados; mejorar y hacer competitiva y meritocrática la educación básica y superior; fomentar la investigación productiva en lugar de la meramente académica; y hacer más fácil la creación y crecimiento de empresas eliminando trámites y requisitos que lo único que fomentan es la corrupción y la extorsión.

A 6 les gusta este post.

Me gusta

No me gusta

1. Building a Thriving Venture Ecosystem, Essentials Fostering Entrepreneurship in Egypt, November 2009, Endeavor Egypt. [↩]

Artículos Relacionados