El pasado 20 de febrero escribí un artículo destacando algunos paralelismos entre Rusia y México derivado de un artículo de Knowledge@Wharton que se preguntaba si Rusia debía seguir formando parte de los BRICs.  Ayer en el Deal Book del New York Times, Matt Marshal de VentureBeat hace un interesante análisis sobre si Rusia es un destino atractivo para la inversión de venture capital y sobre si logrará desarrollar un Silicon Valley a escala en la región de Skolkovo.  Desafortunadamente, Marshall podría estar hablando de México.  El solo título es bastante sugestivo: ¿Considerando invertir en Rusia? Más vale que contraten guardaespaldas.

A continuación comento algunos pasajes que suenan perturbadoramente familiares.

Marshall se pregunta si podría surgir de Rusia el siguiente boom tecnológico.  La respuesta corta: ¡Ni de broma!  Por lo menos no en el mediano plazo.

Rusia está haciendo un esfuerzo muy grande por cambiar.  Está invirtiendo miles de millones de dólares en Skolkovo, una ciudad construida alrededor de la alta tecnología que pretende replicar a Silicon Valley.  Algunos líderes rusos, con el presidente Dimitry Medvedev a la cabeza, quieren genuinamente eliminar la corrupción y están convencidos que la única forma de lograr crecimiento sostenido es la diversificación hacia industrias de alto valor agregado.  Rusia está haciendo un gran esfuerzo para reformarse y progresar.  Marshall piensa que lo lograran… eventualmente.

Sin embargo, hoy por hoy Rusia es un desastre.  Depende totalmente en su riqueza petrolera, y con los precios del crudo nuevamente al alza, se volverá a meter en el confort del status quo y perderá la urgencia de promover los cambios necesarios para que su economía se haga más competitiva y realice su verdadero potencial de crecimiento.

Me encantaría reportar –dice Marshal—que Rusia es la próxima India, China o Israel (¿por qué no mencionará México?) pero invertir en Rusia hoy, puede ser una locura.  La corrupción, los abusos del sistema judicial, el terriblemente arcaico sistema educativo, el insoportable tráfico, la falta de inversión en infraestructura, la predilección cultural por líderes mesiánicos, la falta de independencia de los medios masivos, el asesinato de periodistas que se atreven a ser independientes, y una economía dominada por alrededor de 20 oligarquías corruptas, complica mucho el desarrollo de un ecosistema propicio para el capital privado.  No importa cuántos miles de millones de dólares le aviente el Estado.

Los paralelismos no podrían ser más evidentes.

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